El oro mide la indisciplina fiscal de los países. Está condenado a apreciarse
El oro mide la falta de disciplina fiscal. La indisciplina fiscal conduce a un déficit fiscal (ingresos — gastos) permanente, ya que los gobiernos recurren a la deuda para mantener un estilo de vida que ya no pueden financiar.
Esta falta de disciplina es particularmente pronunciada en los Estados Unidos: el gasto público es históricamente alto. Estados Unidos no está ni en guerra ni en recesión, pero el país está gastando más que en dichos periodos.
A menor fiabilidad de una moneda, mayor depreciación de la misma, y por consiguiente, mayor rendimiento exigido para el bono de dicha moneda (deuda). La reacción automática es mayor valor del oro en términos de dicha moneda.
Con un nivel de endeudamiento tan alto, en occidente existe poco margen de maniobra. La depreciación de la moneda (la apreciación del oro) parece el resultado más lógico. Es un callejón sin salida: son imperativos tipos de interés ultra bajos para no quebrar definitivamente la confianza en la disciplina fiscal.
Y ello irremediablemente conduce a una inflación permanente (depreciación monetaria permanente). O lo que es lo mismo, apreciación permanente del oro.
El oro actúa como el último refugio seguro en el mercado de deuda actual.
El metal amarillo es el activo que acabará con las políticas inflacionarias irresponsables y el creciente endeudamiento de los gobiernos de todo el mundo.